Expiación mística
Bernd
2024-09-15 01:32:42 ⋅ 3w
No. 319783
“el reino de los cielos pertenece a quienes se hacen violencia” (Mt 11,12)
Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, discordia, envidia, cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, orgías y cosas por el estilo. Y os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen estas cosas no heredarán el reino de Dios.
Gal 5,19-21
En cambio, el fruto del Espíritu es: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí. Contra estas cosas no hay ley.
Gal 5,22-23
La práctica constante y meritoria del bien en una historia y en una humanidad heridas por el pecado es siempre dificultosa. Como San Pablo todos experimentamos en nosotros una tendencia al mal que es motivo de lucha constante. En nuestra naturaleza anidan pasiones rebeldes y deseos desordenados que hay que controlar con ayuda de la gracia y la cooperación de nuestro esfuerzo. Aquél que quiera seguir fielmente a Cristo le tendrá que acompañar llevando la Santa Cruz. Sin llegar de entrada a grandes mortificaciones corporales, hay que iniciarse en las mortificaciones ordinarias. Ser puntual, delicado, soportar con una sonrisa las impertinencias (que nunca faltan) del prójimo, combatir un mal deseo, privarse de ciertas comodidades, ser generoso,morderse la lengua en algunas ocasiones o hablar sin tapujos en otras…son buenas mortificaciones que nos ayudan a asociarnos al misterio de la Cruz del Señor. Estos pequeños combates nos preparan para otros mayores. Perdonar a los enemigos,devolver bien por mal, rezar por aquellos que nos detestan son ya grandes mortificaciones.
En cuanto a las mortificaciones corporales (presentes en la mayoría de Santos) como son ayunos fuertes, disciplinas y cilicios hay que ser prudentes. Estas mortificaciones no deben darse nunca sin las ordinarias antes mencionadas y sin el consejo de un buen director espiritual. Dios las suscita en el corazón de los santos a su debido momento y siempre bajo la supervisión de una persona avanzada en el camino espiritual. Podríamos iniciarnos con algunas más sencillas: moderar la calefacción en invierno y el aire acondicionado en verano, utilizar más a menudo el agua fría… Tenga en cuenta que, por otra parte, hoy muchas personas hacen enormes sacrificios para ciertos objetivos que se proponen y nunca aceptarían hacer tales cosas por penitencia.
La mortificación no deja de ser como la sal de la vida cristiana, la medida de nuestro amor y sacrificio. Nulla dies sine cruce. Ningún día sin cruz, pues la alegría cristiana tiene raíces en forma de cruz y cuando uno quiere dar lo mejor de sí mismo a Dios y a los hombres, la cruz aparece con naturalidad y es vivida con alegría.